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La vida y la muerte, el trabajo en el campo y el descanso acompañado de la música y las artes escénicas, son el día a día de estas casas solariegas en las que familias de cierto nivel económico viven y desarrollan su actividad laboral a la vez que la conjugan con el descanso y el arte. Arquitecturas exquisitas, herencia de la colonización francesa, se unen a las delicadas decoraciones asiáticas de maderas nobles y nácar. mientras en la entrada cuelgan los amuletos y la superstición flota en el aire. Los canales la vía de comunicación, sus huertas el fruto del trabajo y la muerte, la muerte presente en el jardín, junto a la casa, honrando a los que se fueron y quedaron para siempre en el recuerdo y en la esencia del lugar.
Los laudes y violines comienzan a sonar; los actores representan historias de labriegos, de amores imposibles, mientras la tarde trascurre despacio y calurosa acompañada de te y frutas frescas. Es otro aspecto de la vida en este particular  Edén del sudeste asiático.

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