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Es habitual al visitar los templos jemeres, encontrar a sus puertas grupos de músicos mutilados por minas antipersonas. En su mayoría son antiguos combatientes que, abandonados por el gobierno, tratan de sobrevivir con la venta de CDs y de las monedas que les aportan los visitantes. 
Camboya vivió uno de los mayores holocaustos que ha sufrido la humanidad. El drama de la guerra y especialmente el de las personas que han sufrido mutilaciones por los millones de minas antipersonas que se sembraron por todo el país, es una lacra que estos músicos, de manera tan dulce y cruda a la vez, nos recuerdan al mismo tiempo que nos llaman la atención sobre un problema que aún el mundo no ha resuelto.

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