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Rodear las murallas exteriores de Jerusalén, por medio de un tranquilo paseo desde Jafa Gate y la Puerta de Damasco, me conduce hasta el monte de los Olivos. La primera visión es el imponente cementerio judío que, sobre la ladera, se vislumbra tras la iglesia de Getsemaní. En el Libro de Zacarías, el monte de los Olivos aparece identificado como el lugar desde el que Dios comenzará a redimir a los muertos al final de los tiempos. Por esta razón, los judíos siempre han intentado ser enterrados en la montaña, y desde los tiempos bíblicos hasta hoy el monte se ha usado como cementerio para los judíos de Jerusalén. 
A escasos metros, a los pies de la montaña, se encuentra el jardín de Getsemaní donde numerosos peregrinos se acercan para orar y conmemorar la ultima noche de Jesús antes de ser arrestado. Esta tarde encuentro en su interior un grupo venido desde Asia.

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