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¿Y la mujer?. Aquí en el interior de las murallas, nada parece que haya cambiado. Su papel es secundario, su espacio más reducido y su voz inaudible. Su rostro no se oculta aunque su cuerpo apenas se muestra. Siempre al cargo de los hijos. Fuera del recinto amurallado, de esa simbólica prisión impuesta por los siglos, el maleficio se rompe y el siglo XXI con sus nuevos aires de libertad, las impregna también a ellas. Dos mundos comparten el mismo espacio. Los cambios cuestan.

EXTRAMUROS
La Nueva Jerusalén

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